martes, 11 de agosto de 2009

Sabés que sí


Y sabés que sí. Que nunca me salió del todo bien el lemon pie. Que la máxima aspiración de ternura culinaria que pude darte fueron esos pegados fideos con manteca. Que la expresión que más se asemejaba a nuestra historia era hacer el amor con la panza vacía.
Tenías razón al decir que la revolución comenzaba y terminaba en la cama (en la cama de quién habría que preguntarte) y tenías razón en tu terquedad filosa cuando afirmabas la inutilidad de la teoría y la velocidad de la poesía.
Para amar no hay nada tan eficaz como la poesía. Para vivir no hay nada tan eficaz como la poesía. Que navega las mieles del pensamiento y forma y transforma y escarba el alma con un tenedor y saca y saca. Tu poesía es un poco de limadura de tu alma.
Y sabés que sí. Que siempre me maravillaron los olores claros. La dulce evaporación del aire entre tu pelo y el sudor de la mano cuando escribe. La transpiración de la birome cuando se apasiona y se entrega al cuerpo blanco y perfecto como si nada, sin pedir a cambio nada más que palabras.
Cómo nos dejaban contentos las palabras. Cómo nos hacían de bien las voces que escuchábamos por ahí. Nos peleábamos por oír el timbre ajeno en el contestador automático y manipular los mensajes. Sacarlos enteros de la maquinita negra, darles textura y color a los tequieros, a los textraños, y pegarlos en la pared del living para no sentirnos tan solos. Para darnos cuenta tocando que la palabra de otro suele ser hermosa y acariciable.

Nunca dejamos pasar el tiempo inútilmente, no. El tiempo siempre estuvo con nosotros contradiciendo esa afirmación insulsa de que las horas pasan más rápido en buenos aires. Lo que sucede en realidad es que la gente pasa más rápido que las horas y el tiempo se estanca en la profundidad de un abrazo y se queda dormido en la debilidad de la siesta.
Nunca nos gustaron las verdades. Y la mentirita piadosa era buena compañera de mates. No hace falta que nos acusemos. Lo no dicho no hace falta decirlo en esta instancia renga y sin todavía (lo no dicho ya parece no hecho y lo que hacemos ahora parecerá no dicho). Pero no nos gustaban las verdades. Esos que interrumpían buenas conversaciones para afirmar verdades eternas y etéreas pronto salieron de nuestra casa. Y bajaban despacito por el ascensor mientras nosotros bajábamos volando.
Dignificamos el barrio cubriéndolo de asado, y a más de un oficinista herimos de un osobucazo.
Apostamos al guiso picante y al amor picante. Al amor doloroso de ají molido y a la tibieza espesa del cuerpo desnudo.
(¿A qué apostamos ahora que el cielo se nubla?¿Por quién brindamos ahora con los dientes morados de tanto vino?)
Yo sigo feliz de que vos sigas sabiendo, que si algo me salió siempre bien fue la alegría. Y eso no tiene nada que ver con la cocina.

1 comentario:

  1. Amiga: es verdad que la alegría siempre te salió bien y que te quedan bien los dientes pintados de uva y por que no una risa honesta y violetísima...Che ce te dejo unas líneas de la Andruetto: "El camino que trazamos sobre la página es el viaje de un deseo: palabra conquistada y a la vez mano extendida, ruego, invitación, pérdida total de la palabra. El que migra, y toda escritura es migración, va hacia un habla que jamás le será dada."

    ResponderEliminar

anduvieron conmigo