viernes, 28 de agosto de 2009

Bronca en el café




Las facturas no están ricas. Vaya paradoja esto de los viernes. Algunos ven acercarse la diversión del fin de semana. Otros ven acercarse la soledad y el tedio del fin de semana. Algunos están enamorados. Otros leen el diario mirando el reloj y sabiendo que es la hora de llegar tarde a la oficina. Humean los cafés. Pasa el conejo de Alicia que siempre llega tarde. Pasan los paseadores de perros con los miles de perros apurados en llegar a la plaza y gozar un metro cuadrado de canil en libertad. Pasan los colectivos apestados de gente que está a punto de estallar, de hacerse trizas, de salir picadillo de carne por cada agujero del aparato de metal.


Pasan pasan los habitantes de Buenos Aires con sus caras grises de habitantes de Buenos Aires que se les murió la magia debajo del obelisco. Pasan los trabajadores porteños con cansancio de viernes, euforia de viernes, melacolía de viernes.


Hoy tengo bronca. Miro a esa mujer que se saca un moco mientras le lee los titulares del diario a su marido. Pero el marido está triste y poco o nada le importa la nueva ley de radiodifusión en el país, el paraplejismo del nuevo asaltado, la inseguridad en Isidro Casanova y etcéteras. El marido está triste. Mira la nada con un gesto perdido y enojado mientras ella se ata el pelo riéndose con los chistes de la contratapa...El marido está triste y quizás ella también esté triste y busque una excusa fugaz para fijar su atención y no mirar sus desolados ojos celestes.


Hoy tengo bronca. Quizás no deba preocuparme por estos momentos de ira profunda. Vivir es así. A diario uno espera estar conforme con las cosas que mira. Pero es más fuerte el ruido de la avenida Rivadavia, la manifestación en el Congreso, el viejo ese que dejó el chocolate en la caja del super, la única cosa que llevaba porque no le alcanzaban sus monedas...

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