miércoles, 9 de septiembre de 2009

Quién hubiera podido, mi pequeña.


Hace tiempo que me gusta este poema. A veces lo lloro más, a veces menos. He tratado de leérselo a todo el mundo, es que nunca encontré tanta ternura en ningún poema. He decidido robármelo, hacerlo excesivamente mío, alejarlo de Boccanera y su hermosa palabra. Mío. Estoy viviendo ahí adentro y soy un dinosaurio. Y hoy anduve por Buenos Aires en forma de reptil. No me fue nada fácil. Algunos travestis mientras tomábamos mate me confesaron que es difícil andar entre las miradas que te perforan. Y sí. No pude subir al colectivo. A pesar de las buenas intenciones del colectivero, a pesar del señor que me empujaba por la espalda, ni siquiera me pasó una pierna por la puerta del 12. No pude entrar en el ascensor. No entré en la silla del restaurant. No pasé por la cola de la caja del supermercado. No entré en los límites de la vereda. No me subieron en el taxi. Huyeron de mí algunos niños pequeños y algunas mujeres. No me dejaron entrar en la librería, ni en la farmacia, ni en la facultad. No me vendieron el diario. No me dejaron despachar una carta en el correo. No sé. No sé qué es lo difícil. Si ser un dinosaurio o ser un poema...


"De reptil magazine" Jorge Boccanera


Es inútil,
jamás entenderías a este corazón de dinosaurio
porque has sido educada para el corazón de
otras especies,
animales domésticos,
cuyo pelambre con aroma de cedro y azucena
es más que necesario en estas épocas,
gallináceas de fastuosa cola,
plumaje verde con visos azules y dorados.


Un dinosaurio nunca ha sido ascendido en su trabajo
ni ha sido condecorado nunca,
ni siquiera ha protagonizado un film de amor.
Más bien resulta incómodo su abrazo,
ilegible su letra,
incomprensible su cuota de alcohol diaria.
Y lo que es más,
esta piel cuaternaria no comprendería nunca
las complicidades y pactos de hoy en día:
mente ágil,
disciplina,
populorum-progressio.


Yo bien sé que es inútil,
quizás en otros días,
después del maremoto anunciado por los sabios ilustres,
antes del gran diluvio,
alguna vez,
quién sabe.
Pero ahora es inútil,
porque has sido educada para otros menesteres.
Nunca el insomnio
cabalgando en esta música de besos,
encuentros insolentes,
el deseo de pastar en los campos prohibidos
y la entrega total,
de cabo a rabo.


Ahora,
recoge con cuidado tus manecillas suaves y tus
labios ociosos,
tus cabellos de seda y esa voz aflautada que entre sorbos
de té solía decir:"mañana es otro día".
Ha de haber sido horrible
haberte visto envuelta de pronto en este embrollo.
Tamaño lío,
haberte enamorado por un instante de este corazón
de dinosaurio.
Además,
nunca hubieras podido dormir con mis latidos
como de clavicordio y de tormenta.
Con estos ojos tristes quién hubiera podido,
mi pequeña.

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