Estoy en Concordia. No he hecho grandes cosas. Anduve sí, pero un poquito. Hoy salimos a caminar con Tere y con Carbón. Cuando quisimos subir por la pasarela del ferrocarril, Carbón se negó. Por más que insistí, él se negó. Dos perritos menuditos, ínfimos, subían y bajaban por la escalera (ex precaria, ahora remodelada) de la pasarela como si nada, como si fuera una proeza que realizaban todos los días a todas horas. Carbón, con su tamaño gigante y su grueso collar gigante no se animaba a subir la escalera de hierro. Intenté subirlo a la fuerza, empujándolo de atrás de costado, pero nada. Carbón, mi perro gigantesco se moría de miedo. Los dos perritos hacían una danza de subida y bajada. Movían las patitas en perfecta concordancia el uno con el otro. Se meneaban en un reggetón perruno de ladridos y colas bamboleantes. A carbón no le importaban las demostraciones de valentía de esos dos pequeños circenses, él tenía miedo. Y contra el miedo hay muy pocas cosas que pueden hacerse. La gente que no tiene miedo, o que no comparte tus miedos, cree que es muy fácil superar ciertas cosas. Superar al terrible monstruo que está bajo tu cama por ejemplo. O al asesino serial que se esconde detrás de la celosía y está esperando que apagues la luz para saltar sobre vos. Es muy fácil para los demás darte ánimo cuando no los inunda a ellos un pánico de la misma calaña que el tuyo.
Insistí con carbón. Se asustó más. Hizo tanta fuerza con la cabeza que se zafó del collar y me dejó a mí sola con collar y correa intentando subir a un perro invisible y él se fue. Corría a toda velocidad por el borde de las vías con los trenes parados y el sol brillante y los árboles verdes y los dos perritos pequeños que lo corrían mordiéndole los talones y cantando una especie de canción aullido de ferrocarril.
Yo me quedé ahí, con mi perro invisible, con la pasarela vacía, con el viento invisible, con el miedo invisible de carbón y la tarde callando, rosada, como una flor.
Insistí con carbón. Se asustó más. Hizo tanta fuerza con la cabeza que se zafó del collar y me dejó a mí sola con collar y correa intentando subir a un perro invisible y él se fue. Corría a toda velocidad por el borde de las vías con los trenes parados y el sol brillante y los árboles verdes y los dos perritos pequeños que lo corrían mordiéndole los talones y cantando una especie de canción aullido de ferrocarril.
Yo me quedé ahí, con mi perro invisible, con la pasarela vacía, con el viento invisible, con el miedo invisible de carbón y la tarde callando, rosada, como una flor.
Está bueno, yo le quitaría el "y cantando una especie de canción aullido de ferrocarril". Además, trataría de decir de otra manera las dos partes que pongo a continuación: "intentando subir a un perro invisible y él se fue" y "Yo me quedé ahí, con mi perro invisible, con la pasarela vacía, con el viento invisible, con el miedo invisible de carbón y la tarde callando, rosada, como una flor".
ResponderEliminarSaludos
bueno, gracias por los consejos, igual a estos textos de descarga no les busco mucho la vuelta, o lo que quedaría mejor! Salieron así y listo...qué bueno que comentaste! besos
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