Jugando sin parar, todos mezclados con todos, los chiquilines vivían en alegre revoltijo con los bichos y las plantas.
Pero un mal día, alguien, algún caminante, llegó hasta aquel resto de estancia en los campos de Paysandú, y trajo el susto:
-¡Cuidado que viene el Cuco!-
-¡Viene el Cuco y te lleva!-
-¡Viene el Cuco y te come!-
Olga Hughes advirtió los primeros síntomas de la peste. La enfermedad que no tiene farmacia había atacado a sus hijos numerosos. Y entonces eligió, entre sus numerosos perros, al más raquítico, al más inofensivo y querendón, y lo bautizó Cuco.
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