sábado, 19 de diciembre de 2009

Mañana de sábado

Recibí la mañana en Lanús. En el borde de una avenida, esperando un colectivo que jamás pasaría y viendo como los rosados del cielo cambiaban a naranjas, amarillos, violetas. Mirando una pequeña rata que hurgaba entre las basuras (¡cómo me gusta el verbo hurgar!) y mirando la gente que volvía de sus salidas, rota, gente rota, partida al medio, como nosotros de tanto brindar, de tanto bailar, de tanto hablar, de tanto andar por la noche cálida que nos abrazó desnuda.
Recibimos la mañana en Lanús. La estación de trenes estallaba de gente. De panzas, de amigos que vuelven abrazados para avanzar un poco...
Es el clima de las fiestas. Ese mejunje, amalgama de euforia con pena, de euforia con vacío. Indescriptible. Vemos que pasan los años, que pasan los días, y vuelven los fines de años con todas sus celebraciones, sus despedidas, sus juntadas, sus cenas, sus almuerzos, sus llamadas...
Un ciclo saludativo, alegre y a su vez, contradictorio. Por que el año pasa, y el año que viene, aunque si bien parece incierto, vuelve a ser la misma cosa.
Yo no quiero volver a ver lo mismo. Quiero que Buenos Aires se ponga las pilas o se ponga las alas, para quitarnos este deseo de partir todo el tiempo.
Llegué de Lanús a las siete de la mañana y Rogelio ya tomaba mate en la puerta. Arranca temprano la vida de Rogelio che. le digo.
Un hombre de remera azul y de ojos azules estaba parado al lado con unos colchones. Nuevos vecinos para arrancar el año. Buen síntoma.
En mi casa ya no hay nadie. Todos se fueron a Concordia. Estarán al sol mientras yo escribo esto en la soledad sin ruido de mi casa. Escucho la música de Zorba el griego y dejo que una leve alegría me recorra, como si algo fuera a suceder hoy mismo en el mundo.
Tengo que terminar este café e irme a tomar el subte E para trabajar con Nico en los escritos de los chicos del taller...Los ojos no me abren del todo. Tengo un vaso de cerveza en la cabeza y una nube rosada de Lanús que me traje pegada al vestido. Tengo una canción que me persigue todo el tiempo y una humedad que últimamente, se lleva bien conmigo.
Qué se le va a hacer. A veces es inevitable la felicidad.
Cada vez pienso más, que la vida, está terriblemente de mi lado.
"La pura verdad" Paco Urondo
Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.
Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:
siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.
Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y
miedo y apremio.
Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.
Me avergüenza verme cubierto de pretensiones; una galli-
na torpe,
melancólica, débil, poco interesante,
un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.
Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin darme
cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera
o aburrir de golpe.
Mis errores han sido olvidados definitivamente, mi memoria
ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.
El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero
lo he derrotado para siempre; sé que futuro y memo-
ria se vengarán algún día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la Ceni-
cienta, aunque
algunos
me recuerdan con cariño o descubran mi zapatito y tam-
bién vayan muriendo.
No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.
La crueldad no me asusta y siempre viví
deslumbrado por el puro alcohol, el libro bien escrito, la
carne perfecta.
Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:
sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.
Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se
corrompe.
Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.
Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado, en la huída.
Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.
Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme.
Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.

1 comentario:

  1. y sí amiga la vida está de nuestro lado y la alegría también...espero que el río se retire un poco y surja la playa, y espero que estés bien y alegre y dulcemente borracha de vida y de sueños hasta que nos volvamos a ver...abrazo gigante, Nico.

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anduvieron conmigo