miércoles, 9 de diciembre de 2009

Apariciones

Es tempranísimo de una mañana de viernes sobre Buenos Aires, y Marta, que ha venido de visita desde Concordia me cuenta que anoche no pudo dormir. Que un perro gigante y peludo se le apareció en mi cama, y que ella intentaba gritar y no podía. Que la llamaba a Inés y nadie la escuchaba. Y el perro gigante y peludo estaba ahí, mirándola.
Entonces no me queda remedio que contarle que una noche de viernes en que el viento golpeaba las ventanas del departamento, hacía volar los papeles y sonar los llamadores, me levanté en medio de la oscuridad y una vieja flaca, de canosísimo pelo blanco estaba sentada al lado de mi cama, mirándome. Yo cerraba los ojos, y volvía a abrirlos y la vieja seguía ahí. Con la mano en su pera, como sosteniéndole la cabeza, mirándome. Con su pelo largo, lacio, blanco como la luna.
Y Marta me cuenta que cuando era chica, allá en Corrientes, iba de la mano con dos de sus hermanos menores por el campo, bajo el sol dorado de la siesta y vieron un hombre muerto. Un hombre moreno, de traje blanco, blanquísimo, apuñalado, manchado de sangre en toda su pureza. Y que desde ese día, hace tantísimos años, el hombre de traje blanco apuñalado, se le aparece a veces, con un gesto amable y se quita el sombrero y se queja del calor del litoral.
Nunca jamás se olvida de ese hombre.
Y así vamos, cruzando historias que apenas rozan el mundo conocido, y entonces, me dice, que ella tenía doce años cuando murió su padre. Un mozo de campo, de andar a caballo de día y de noche. Y que una tarde,unos meses después, estaba sentada en el comedor de su casa, y lo vio pasar, a caballo, veloz como una estrella fugaz y brillante, a toda velocidad de la habitación a la cocina... y fue la última vez que vio a su padre.
Yo le creo. Así como ella me creyó. Y tomamos mate toda la mañana mientras el sol se mete por el balcón haciendo brillar la casa, los lugares donde sigue posándose la magia. El aire, la tierra, el agua. Partículas de un poco de miedo, que no podemos explicar.

1 comentario:

anduvieron conmigo