No sé de dónde es que habrá salido esta tarde. De dónde vino con su silencio de oruga.
Pero se vino volando, como Neruda.
No vino nadando este soñador de río... se vino volando entre las nubes rosadas de la tardecita para cebarme unos mates...
...Y ahí, estaba, fantasmita flaco entre los edificios de Buenos Aires, mirando el cielo como extasiado. Como desnudo.
Y yo ví, las escamas en su espalda, y ví sus bronquios respirando el humo tan porteño como necesario.
Y él apenas habló. Se dejó mecer por la brisa como una pluma delgada, se dejó bailar por la brisa como un delicado arrollo de ternura.
Y estaba ahí. Más vivo que nadie. Más vivo que yo y mi cansancio de gran ciudad.
(Quizás se había escapado de las inundaciones por allá por mis pagos para venir a saludarme, para venir volando a contarme cosas, a dejarme con el mundo lleno de colores. A transformarme en alguacil para predecir la lluvia.)
Hoy Juanele se vino volando.
Puso la pava al fuego y me miró profundo. Se metió en mi cuerpo con toda su poesía y me dejó sangrando, sangrando agua, como una grieta en el baño...
"No, no es posible" Juan L. Ortiz
No, no es posible.
Hermanos nuestros tiritan aquí, cerca, bajo la lluvia.
¡Fuera la delicia del fuego, con Proust entre las manos,
y el paisaje alejado como una melodía
bajo la llovizna
en el atardecer perdido del campo!
Fuera, fuera, Brahms flotando sobre los campos!
No, la muerte mágica de la música,
ni la turbadora sutileza,
mientras bajo la lluvia
hombres sin techo y sin pan
parados en los campos,
vacilan al entrar a la noche mojada!
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