No. Anchoas en el río no hay Ce me dijiste serio, seco, descreído de mí y de mi aguada palabra.
Y me cebaste un mate, amargo, lavado, y me dijiste Imposible, niña, gurisa, la anchoa, es un pez de mar, no de río, de mar, como la caballa.
Y yo, que no sé de hábitats marítimos pensé que lindo montar una caballa y salir a cabalgar entre las olas, qué lindo, como ir a cuestas de una raya bordeando las orillas...
Y me dejé llevar por tu sapiencia y te cambié de tema...
Entonces Nos inundaron los colores y la luna nos dejó en silencio a los dos y te dejaste acariciar y me dejé tocarte. Y te dejé entrar en mí. Vos y tu conocimiento de la fauna, tu breve pasión por lo salvaje. Vos, entrando en mí con delicada furia mientras el bote se ladeaba de un lado a otro, de un lado a otro, de un lado al otro, y la luna, cubriendo la noche con su aliento blanco y el río, tibio caminante debajo de nosotros, de nuestro amor desnudo, de nuestro húmedo amor...
Algo sentíamos. Algo que iba más allá de la noche, más allá del lugar, del sexo ligero y cálido como el verano, como la ropa del verano, algo que andaba en el agua, que se movía además o también en el vaivén de nuestro abrazo...
Anchoas pensé anchoas te dije.
me imagino a oxum que vino a recibir su ofrenda. que bueno q los escritos no se fueron con el agua.
ResponderEliminarhola ceci. gracias por contarme de esos navegares. admiro tu manera de escribir. leer de navegares y abrazos o sobre la vida de los sapos me recuerda q existen, que estan ahí y me quiero encontrar con ell@s, con sentir algo así, q viene o va mas allá. hermosa tu presencia. un abrazo. pablo
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