
Las historias nacen como los rumores. De gente reunida alrededor del fuego, alrededor del mate, con ganas de sumar palabras al discurso del mundo.
Y la tarde de verano se prestaba para un cuento de suspenso. Las nubes grises que se avecinaban gordísimas por el cielo se nos unieron a la ronda y nació el monstruo.
Las mojarras dejaron de interesarse en el bizcocho viejo y escucharon la historia.
Los pájaros que merodeaban agobiados del calor escucharon la historia.
Los sauces, dejaron de llorar un rato su pena antigua y prefirieron la historia.
Es que todo cuento que nace, nace porque un oído está ahí, atento al desenlace.
Nació el monstruo del lago de Salto Grande un sábado de enero y los turistas huyeron.
Cometió atroces asesinatos de insectos y hasta un incendio.
Doce naufragios se le adjudicaron y una tormenta de truenos.
Todo empezó a parecerse real en nuestra orilla.
No había calma en el mate amigo ni en las medialunas. Todo era un escozor y cualquier ruido nos sobresaltaba.
Un perro se alejó por miedo a volverse personaje. Lo vimos correr entre las piedras, con la cola baja.
Comenzamos a narrar historias a la orillita del lago. Y así nació el monstruo, que se hizo compañero después, y nos cebó unos buenos tererés cuando cayó el sol...