lunes, 31 de agosto de 2009

Miel



La miel sólo trae sol encima.
Estoy segura.
Si nos dieran a probar el sol tendría este sabor,
este dulzor a cuestas.
Tan auténtico que hasta quema.

Sabor de sol.
Amielado. Azucarado.
Corazón.


(Cae la tardecita y en el pan casero,
éste que compró
papá
en Villa Zorraquín,
me estoy comiendo el sol.)

No te metás




No te involucrés en mi tristeza. No te metás diría yo. No te metás que a mi tristeza la subvenciona el estado y la poesía se cerciora de que jamás se muera.

No te metás que afuera el sol inflama el asfalto. No te involucrés que fue un ruiseñor lo que no te dejó dormir a la noche. Nadie nos sacó el río, ni la utopía, ni siquiera el vino.

La ciudad sigue estando llena de buenos amigos.

No te metás...

suelo morirme todos los días de estas cosas.

Sobre las cosas que andan andando




Santa Rosa llegó al fin y se desató la tormenta. Ayer en la puerta de la Iglesia todo era fiesta. La gente peruana que vive en el barrio salió a peregrinar y a vender rosas y chicha morada y comidas lugareñas. El día marcaba los treinta grados de calor y ahí andábamos nosotros. Los "picarones" que vendían en la Iglesia de Santa Rosa llevaban una especie de miel azul y corrosiva que le daban a la masa un sabor particular. Tu pantalón se agujereó cuando te salpicaron algunas gotas. Tomamos el tren General Sarmiento sólo para escuchar un ratito la voz de Fernando Cabrera en el teatro de Morón. Lloré en cada una de sus canciones. No entiendo por qué, Cabrera es de esos músicos cuya canción me parece saludablemente triste, e inexplicablemente necesaria. Antes de él, Palo Pandolfo perdido en su melena de rulos recitaba poemas de Mario Benedetti ..."despabílate amor que el horror amanece..." Y sí, era hora de despertar. La plaza de Morón iba apagando sus luces y la estación de noche se vuelve un tanto melancólica. En el furgón vimos pasar el traste de las casas a cada segundo...Santa Rosa ya iba soplando su viento y ese viento en la cara no nos dejaba vernos. Pasaban las estaciones, pasaban las gentes, pasaban los momentos felices. Buenos Aires volvía a ser una especie de caracol babosa cuya estela mágica luminosa se iba perdiendo llegando a Once.

...ay, Buenos Aires...quién pudiera entenderte, mujer, quién pudiera mirarte a los ojos y sonreírte sin la sensación de haber perdido o de ir siempre perdiendo algo.

viernes, 28 de agosto de 2009

Bronca en el café




Las facturas no están ricas. Vaya paradoja esto de los viernes. Algunos ven acercarse la diversión del fin de semana. Otros ven acercarse la soledad y el tedio del fin de semana. Algunos están enamorados. Otros leen el diario mirando el reloj y sabiendo que es la hora de llegar tarde a la oficina. Humean los cafés. Pasa el conejo de Alicia que siempre llega tarde. Pasan los paseadores de perros con los miles de perros apurados en llegar a la plaza y gozar un metro cuadrado de canil en libertad. Pasan los colectivos apestados de gente que está a punto de estallar, de hacerse trizas, de salir picadillo de carne por cada agujero del aparato de metal.


Pasan pasan los habitantes de Buenos Aires con sus caras grises de habitantes de Buenos Aires que se les murió la magia debajo del obelisco. Pasan los trabajadores porteños con cansancio de viernes, euforia de viernes, melacolía de viernes.


Hoy tengo bronca. Miro a esa mujer que se saca un moco mientras le lee los titulares del diario a su marido. Pero el marido está triste y poco o nada le importa la nueva ley de radiodifusión en el país, el paraplejismo del nuevo asaltado, la inseguridad en Isidro Casanova y etcéteras. El marido está triste. Mira la nada con un gesto perdido y enojado mientras ella se ata el pelo riéndose con los chistes de la contratapa...El marido está triste y quizás ella también esté triste y busque una excusa fugaz para fijar su atención y no mirar sus desolados ojos celestes.


Hoy tengo bronca. Quizás no deba preocuparme por estos momentos de ira profunda. Vivir es así. A diario uno espera estar conforme con las cosas que mira. Pero es más fuerte el ruido de la avenida Rivadavia, la manifestación en el Congreso, el viejo ese que dejó el chocolate en la caja del super, la única cosa que llevaba porque no le alcanzaban sus monedas...

jueves, 27 de agosto de 2009

Poética parrillística



Sobre calle Uruguay, casi llegando a Santa Fé, hay una pequeña parrilla en la cual solemos encontrarnos con mi tía a cenar algunas veces. Es una parrilla linda de comida rica y sencilla y de gente amable. Simplemente eso. Nada más.

Hace unos días, esperando en la puerta de entrada ví un pequeño cuadro con un poema colgado, en una especie de bienvenida poética a la cena.

Me acerqué y lo que había era "Gente" de Hamlet Lima Quintana.

"Gente" había sido un poema que en algún momento de mi vida me había parecido maravilloso. Lo había encontrado de casualidad, en un libro que se llamaba "Literatura desaparecida. Antología de textos encadenados al destierro" que había publicado independientemente un tal Movimiento Cultural Acercándonos. Hasta ese momento no sabía nada de Lima Quintana.

El poema, habla sobre la gente imprescindible de la vida, ésa que te hace ver el mundo de otro modo.

Inmediatamente volví a pensar en mi gente necesaria, aquella que me hizo sentir que las cosas pueden ser siempre diferentes de algún modo. Pensé en Concordia y en el taller que hacíamos con El Gusta. Pensé en amigos, amantes, familia, profesores, desconocidos, poetas. Pensé pensé pensé que la vida no sería nada sin esta gente que mueve y mejora el país como si nada.

Esta espera entonces removió mi alma. Un poquito sí. Al lado de las provoletas esperando el fuego, el asador con su delantal salpicado de grasa, el señor que atiende con su agradable gesto de amigo.

Gracias, parrilla "El galpón" por devolverme al cuerpo a mis imprescindibles, que hacen del mundo un mejor lugar. Gracias Lima Quintana por recordarlos también, de esa cotidiana manera. Por recordar que no es tan complicado cambiar la vida y el sistema.


"Gente"
Hamlet Lima Quintana

Hay gente que con sólo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales;
que con sólo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con sólo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas;
que con sólo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con sólo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después como si nada.
Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria
pues sabe que a la vuelta de la esquina
hay gente que es así, tan necesaria.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Despedida


Me desprendo. Yo desafío la felicidad de tenerte y me desprendo. Lejos quedan tus ojos tristes. Tu mano manita manito saludando en la vereda. Yo me desprendo retando la suerte. Nadie sobre Sarandí lo entiende. Te solté. Te solté despacito cuando aparecía la siesta detrás de las ventanas. Bailando. Bailando me quedé el chucu chucu del barrio de Monserrat. Buenos Aires es el barrio de Monserrat y yo soy un espejo de sus baldozas. Me desprendo y te vas. Claro que sonreímos. Hace una hora la despedida era todo un llanto. Ahora nos dimos cuenta. Nos dimos cuenta que lo que se quiere se suelta a veces para dejarlo moverse. Y deja escapar una lágrima, dos, pero enseguida arranca vuelo. Tu manita manecita me saluda y otra vez tenés la sonrisa. Qué lindo poder mirarnos a los ojos contentos. Siempre se vuelve a estar feliz. Sin explicaciones. Sin porqueses. Siempre se vuelve a estar bailando, y todas las cosas bailan con uno para emborrachar el universo.

Una perra y una naranja. (recuerdos de la quinta de richard)






La luna en la Defensa




Bocha siempre se atropellaba la puerta del bar. Bien borracho caminaba las calles de Concordia y nadie lo veía.

Conversaba con el aire desamparado y triste y juntos lloraban viejos amores que se les habían perdido.

A veces, el Olvido, entrometido y terco, bajaba por Castelli y se mordía los labios queriendo escucharlos. Y le daba rabia, le daba mucha rabia que Bocha fuese mudo para él y que el aire fuese tan invisible como sus palabras. Entonces, muerto de verguenza se regalaba a las desesperadas, y éstas se lo comían a grandes mordiscones y se olvidaban de todo.

En la Defensa Sur, Bocha y el aire se fundían a esos sueños baratos que se escapaban entre el humo de las chimeneas pobres y todos los gurises del barrio se transformaban en ilusiones duras como adoquines, y se tiraban violentamente sobre los brazos del Bocha, quien, todo golpeado de ilusión, reía y lloraba al mismo tiempo.

Después, todos se regalaban piedras bonitas del camino y se marchaban a su punto de la geografía inexistente. La geográfica miseria que no se ve.

El aire venía medio mugriento por esos lados. Bocha corría tan contento que no podía respirar. Tenía una boina vieja y sucia que adoraba y las alpargatas agujereadas de tanto andar.

- Qué cosa ésta de querer ser hombre- dijo el aire
- Qué cosa oscura esta clara necesidad de ser aire- dijo Bocha
Eran las doce y sobre la Defensa brillaba la luna, sola.

martes, 25 de agosto de 2009

Una ventana


Una ventana para mirar. Sólo necesitaba una ventana para mirar. No importaba qué, no importaba con quién, ni cuánto ni por qué.

Yo quería imaginar que pasaba por el cielo el hombre que veo todas las mañanas sobre Alsina con su bicicleta voladora y su tristeza y me convidaba una mandarina.

Una mandarina con sabor a tiempo y a invierno y una ventana para mirar, mientras el vidrio se empaña si yo digo una palabra y mi cuerpo se excita contra el cristal frío.

Y yo quiero que pase el río por el cielo cuando recuerdo el río, y que pase tu voz y me salude cuando recuerdo tu voz, que parece un pequeñísimo silencio para acariciar.

Pero esta ventana no sirve para mirar.

Y a Buenos Aires no le gusta que la toquen.

Y mis manos no pueden estar quietas.

Pedacito (Para Ger)



Busqué. De todo ese cielo. Un pedacito. Un pedacito de cielo para escapar. Para escapar cuando llueve acá en la tierra. Cuando llueve en las casas, en las calles, en el supermercado, en las panaderías, en las escuelas. Un pedacito que ampare tu pequeño cuerpo de toda la tristeza que camina por el mundo. Un pedacito de cielo para guardarte. Para guardarnos también. Para protejernos de los brazos que no abrazan y de las bocas que no besan. De las manos que no acarician y de las palabras que no bailan.

Un pedacito para recordarte. De entre toda esta memoria, un pedacito para escapar. Un pedacito donde estamos todos. Donde está tu corazón todavía con piernas y con alas y con ojos. Un pedacito de recuerdo feliz donde no exista la muerte. Un recuerdo para escapar del presente del que estás ausente. Para regresar a nosotros, nada más que a eso, a todos, a vos.

Palabras para Violeta



No hay dudas, a ese corazón no pudo matarlo otra cosa. A esa mujer indomable no pudo haberla muerto otra cosa. A esa mujer viajera y triste, a esa mujer canción, a esa mujer viento nadie más pudo habérsela llevado.

No la mataron las dictaduras, no los tiros, no la tristeza, no el exilio. A ese corazón justicia no pudo haberlo matado otra cosa que el amor.

domingo, 23 de agosto de 2009

Superhéroes


Dicen palabras al oído del mundo gritan sensaciones para que los escuche la pobreza de los muchos que no sienten la muerte sobre la mesa, la muerte entre las sábanas, la muerte sentada en el sofá. Gritan sensaciones gritan locura a la rigidez del universo dicen palabras que bailan y viven como "felicidad" como "cairel" como "calidez" como "ternura" palabras que brillan sobre la pobreza de los muchos que no entibian su corazón ni enternecen su alma ni calidecen su cuerpo. A ellos les gusta enamorarse del mundo y de la gente del mundo aunque no exista remedio a su soberbia injusticia, a su desfile de soledades, a su siniestra miseria. Prefieren observar al perro que duerme, al hombre que trabaja, al niño que ríe. Prefieren ver las flores que no se rehusan a morir, el sueño que no se deja disparar y gritan gritan palabras al oído del mundo, dejan que la belleza interfiera el aire, renueve, conquiste, haga la revolución mientras bailan una música que existe.

Mundo otra vez



Salir a recorrer el mundo cuando no hay mundo, es salir a recorrer el aire, o salir a recorrerte cuando estás lejos. Desprender el alma del contorno del tiempo para concebir un vuelo sin espacio y sin resctricciones.

Salir a recorrerte mundo cuando estás ido o cuando tus párpados duermen las siestas y los pueblos mueren, vencidos por el cansancio, o el hambre, o la tristeza.

Salir simplemente a desandar caminos que otros hicieron leves y pequeños de tanto andar sin cambiar nada. Sin cambiar siquiera el pedacito de perro muerto que descansa a sus costados o la forma en que el sol hace brillar las piedras todas las mañanas.

Salir a desnudarte, mundo, cuando las penas te visten todo entero y no te dejan percibir la nostalgia acumulándose debajo de tus uñas. Recorrerte con las manos, recorrerte con la boca, arrastrarme sobre vos, mundo, cuando no sos, mundo, más que una idea olvidada en el corazón de un hombre.

jueves, 20 de agosto de 2009

Orígenes


A todos nos unifica
una vagina,
maravillosa puerta del mundo.
No hay muchas maneras de nacer.
Hay casi una.
Exasperante y mágica. Rugosa, valiente, tibiecita.
Todos somos lo mismo detrás de ella.
Lo que nos cambia es el afuera.
Ese siniestro contacto con el mundo.
Ese rugir incesante de la tierra.
Ese primer planeo en la no asfixia,
en la pasiva libertad que ya no alimenta en la boca
ni en el abdomen.
Todos salimos de la misma puerta.
Algunos jugamos al adultismo desde chicos,
otros nos infantilizamos de adultos,
pero todos somos infelices de igual modo.
Los que lloramos precoces
y los que lo hacemos con atraso.
Los que matamos el amor a diario,
y los que lo resucitamos.
Nadie nos enseñó a seleccionar un método de aprendizaje.
Y por ensayo y error vamos poniendo la cara,
a cuanto puño viene,
a cuanto puño se va.
A moretones avanzamos por las veredas porteñas,
como queriendo mostrar la moradez del alma,
que en nada se parece a un magullón cotidiano.
Como queriendo hacernos respetar por la felicidad ajena.
A moretones nos hacemos dignos
de la compasión de otros,
a trompadas retrocede la pena,
a disparos se aprende la alegría.
Triste oficio el de estar vivo,
dura condena la vida,
en todo su esplendor.

martes, 18 de agosto de 2009

El inadaptado


El año en que te conocí tu corazón ya tenía piernas, y más de una vez se te escapaba corriendo. Y vos, que no eras más que una ilusión metida en un cuerpo de hombre, no hacías nada para que volviese. Sabías que era así. Tarde o temprano iba a regresar a vos contándote alguna historia. Alguna vista a través de una mirilla o escuchada cerca de una puerta o inventada por tu corazón. Y esas últimas eran las que a mí más me gustaban, porque tenían tanto sabor a estrella que me cubrían de algún lugar pasajero e interminable.

La vez que te conocí, todavía tenías un verano atravesado en los ojos, como un recuerdo sincero salpicado con agua. Y ese verano se clavaba en tu cielo como una luna dorada, y no te dejaba olvidar, no te dejaba olvidarlo por nada.

Cuando te ví por primera vez tu corazón ya tenía alas, y eso empezaba a preocuparte. Te costaba demasiado vivir una rutina con un espíritu alado. Te costaba levantarte en una cama corriente y mirar una ciudad repleta e igual de corriente. Se te hacía tan difícil hasta tomar un café perdido entre lo más ínfimo de Buenos Aires. O escribir un poema o regar tu pequeña planta traída de Entre Ríos.

Las noches que tomábamos vino en la terraza, tu corazón pedía permiso y se arrojaba al vacío. Y apenas un segundo antes de rozar el piso, levantaba un vuelo de pájaro y volvía a nosotros. Y entonces hablaba. Contaba de los abrazos en los que se devoraban los hombres del noveno piso, y de las bonitas flores que tenían las chicas del quinto. Y vos tomabas otro trago de vino como escapando y volvías a colocártelo al pecho todo ensangrentado, y te reías. Te reías como si fuese gracioso ser una ilusión metida en el cuerpo de un hombre.

Las veces que llorábamos juntos alguien más lloraba entre nosotros. Era tu corazón, que ya tenía voz para cantar, y ojos, manos que trabajaban, oídos que escuchaban, dientes que masticaban...

Y vos amabas leerle a ese corazón toda la poesía de este mundo y este mundo amaba que su poesía fuese escuchada por un corazón.

¿Quién no querría un corazón tan grande, tan mágico y tan imprescindible como el tuyo?

¿ Quién no querría esa falta de adaptación a este mundo por culpa de un corazón de ese tamaño?

Ser una ilusión te asustaba terriblemente. Ser tan sólo una pizca de amor entre el asfalto a veces te quitaba la respiración. Andar como enamorado, en un cuerpo mediano y dolorido, un cuerpo que le quedaba chico a una ensoñación tan grande, no era tarea fácil.

Todo eso te estaba dejando cansado. Y cansado andabas, todo el día, por más vitaminas y actimeles que tomaras. Tu cuerpo se desvanecía ante el primer rugido de la ciudad.

Y una tarde de enero dejaste la tierra, harto, hartísimo, fatigado de los desplantes de tu corazón.

Tal vez tenemos tiempo




A un día de la sentencia de Cromañon, no se me ocurre otra cosa mejor que decir, que este poema de mi querido poeta Pablo Neruda. Ojalá guste.


"Tal vez tenemos tiempo"

Tal vez tenemos tiempo aún
para ser y para ser justos.
De una manera transitoria
ayer se murió la verdad
y aunque lo sabe todo el mundo
todo el mundo lo disimula:
ninguno le ha mandado flores:
ya se murió y no llora nadie.
Tal vez entre olvido y apuro
tendremos la oportunidad
un poco antes del entierro
de nuestra muerte y nuestra vida
para salir de calle en calle,
de mar en mar, de puerto en puerto,
de cordillera en cordillera,
y sobre todo de hombre en hombre,
a preguntar si la matamos
o si la mataron otros,
si fueron nuestros enemigos
o nuestro amor cometió el crimen,
porque ya murió la verdad
y ahora podemos ser justos.
Antes debíamos pelear
con armas de oscuro calibre
y por herirnos olvidamos
para qué estabamos peleando.
Nunca se supo de quién era
la sangre que nos envolvía,
acusábamos sin cesar,
sin cesar fuimos acusados,
ellos sufrieron, y sufrimos,
y cuando ya ganaron ellos
y también ganamos nosotros
había muerto la verdad
de antigüedad o de violencia.
Ahora no hay nada que hacer:
todos perdimos la batalla.
Por eso pienso que tal vez
por fin pudiéramos ser justos
o por fin pudiéramos ser:
tenemos este último minuto
y luego mil años de gloria
para no ser y no volver.
Pablo Neruda

La poesía


¿Y si la poesía tuviera la culpa de nuestra miseria las cosas cambiarían de algún modo?¿Habría menos o más poetas pateando la tierra?
¿O seríamos unos felices miserables cantando la vida, cantando la muerte, diciendo que vale la pena el futuro, que va a llegar el día en que no duela vivir y no duela comer y no duela matar y no duela perder?

Si la poesía tuviera la culpa de nuestra miseria seríamos ejercitadores del perdón divino, nada le reprocharíamos, nada le aceptaríamos sin ansia. Estaríamos sometidos a su sincero régimen. A su desdén verbal y nutritivo. A su manual de etéreas instrucciones.

Sí. Si la poesía hubiera creado este mundo nadie tendría los ojos cegados. Nadie se quedaría inabrazado, o en la soledad desarraigada. Si la poesía repartiera sus hijos por la tierra si la poesía poetara tanto más seguido, ¿a quién le importaría su culpabilidad? ¿Qué clase de corazón ya entibiado buscaría el origen ilegal de su tibieza?

¿A quién no le gustaría una boca que comiera todos los días nada más que palabras? Se acabarían los pobres del mundo. Algunos comerían palabras más ricas, más tiernas, más intelectuales, más elaboradas. Otros comerían la sencillez del monosílabo o la comida sin terminar de quienes no dicen por ejemplo las ese finales, pero ¿Y si la poesía tuviera la culpa? ¿Si la poesía tuviera la culpa de nuestra felicidad?¿Habría menos o más felices pateando la tierra?

miércoles, 12 de agosto de 2009

Nanas de la cebolla-Miguel Hernández



(El gran poeta español Miguel Hernán-
dez,
estando preso, recibe una carta de su mujer en la que le contaba que era tal la pobreza en que se encontraban que su pequeño hijo no comía nada más que pan y cebolla. Hernández entonces, le escribió estos versos hermosos y tristes. No dejen de leerlos! Ni de llorar con ellos. )




NANAS DE LA CEBOLLA

Miguel Hernández


La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tu días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero se remonta,
aletea, desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego correr
dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

martes, 11 de agosto de 2009

La visita del río


Marrón. Marrón corre el río en tu corazón y vos que nunca te pudiste sacar el río del corazón. Fumás un cigarrillo en la cocina y todos hablamos de lo que pasa en el país y de la última votación/ Salen, resurgen ideas utópicas en nuestros amigos que toman cerveza y comen maní/ Y yo disfruto de este vaso helado de cerveza tan de viernes porteño/ con los autos que bocinean y los colectivos que atraviesan avenida belgrano tan sola a las dos de la mañana/ Y yo esbozo ideas de algún mundo posible mientras escuchamos una murga uruguaya tan tan viva en el aire/ Y nuestros ojos vidrean de alcohol cuando los tuyos vidrean de nostalgia y casi lloran/ Se te ha metido en el ojo izquierdo el río Uruguay/ con sus piedras y sus peces y sus pájaros y sus pescadores/ Y tu ojo izquierdo es demasiado chico para tanta flora y fauna y estás recluído ahí, apabullado en la cocina/ Cuando me acerco a tu cuerpecito frágil y te digo que qué pasa que dejame sacarte esa basurita del ojo que a ver,a ver/ Cuando logro extraerla de tu pupila celeste el río se te desborda y comienza a inundar el departamento con su agua marrón, hermosa, con ese olor a barro, a tierra, a pececito oscuro/ Nos vamos inundando de nostalgias y cada uno agarra su vaso para que no se le mezcle al río y cada uno se sube a lo que tiene a mano/ para no hundirse/ y seguimos hablando de la izquierda y la derecha/ de la campaña tal o cual y pasan flotando mis discos mis libros mis cuentas para pagar mis fotos mis ropas/ Deformándose un bote sale de mi cuarto con dos pescadores encima y una boga gigante y cartones de vino/ Y un biguá nos sobrevuela a toda velocidad y un carpincho asustado pasa flotando en una pelota roja enorme y la luna platea destiñe los sillones y una cascada cae desde sarandí hasta la calle con toda tu tristeza dentro/ llena de amigos, de amores, de hijos, de recuerdos, bonitos que desaparecen al tocar el piso.

Sabés que sí


Y sabés que sí. Que nunca me salió del todo bien el lemon pie. Que la máxima aspiración de ternura culinaria que pude darte fueron esos pegados fideos con manteca. Que la expresión que más se asemejaba a nuestra historia era hacer el amor con la panza vacía.
Tenías razón al decir que la revolución comenzaba y terminaba en la cama (en la cama de quién habría que preguntarte) y tenías razón en tu terquedad filosa cuando afirmabas la inutilidad de la teoría y la velocidad de la poesía.
Para amar no hay nada tan eficaz como la poesía. Para vivir no hay nada tan eficaz como la poesía. Que navega las mieles del pensamiento y forma y transforma y escarba el alma con un tenedor y saca y saca. Tu poesía es un poco de limadura de tu alma.
Y sabés que sí. Que siempre me maravillaron los olores claros. La dulce evaporación del aire entre tu pelo y el sudor de la mano cuando escribe. La transpiración de la birome cuando se apasiona y se entrega al cuerpo blanco y perfecto como si nada, sin pedir a cambio nada más que palabras.
Cómo nos dejaban contentos las palabras. Cómo nos hacían de bien las voces que escuchábamos por ahí. Nos peleábamos por oír el timbre ajeno en el contestador automático y manipular los mensajes. Sacarlos enteros de la maquinita negra, darles textura y color a los tequieros, a los textraños, y pegarlos en la pared del living para no sentirnos tan solos. Para darnos cuenta tocando que la palabra de otro suele ser hermosa y acariciable.

Nunca dejamos pasar el tiempo inútilmente, no. El tiempo siempre estuvo con nosotros contradiciendo esa afirmación insulsa de que las horas pasan más rápido en buenos aires. Lo que sucede en realidad es que la gente pasa más rápido que las horas y el tiempo se estanca en la profundidad de un abrazo y se queda dormido en la debilidad de la siesta.
Nunca nos gustaron las verdades. Y la mentirita piadosa era buena compañera de mates. No hace falta que nos acusemos. Lo no dicho no hace falta decirlo en esta instancia renga y sin todavía (lo no dicho ya parece no hecho y lo que hacemos ahora parecerá no dicho). Pero no nos gustaban las verdades. Esos que interrumpían buenas conversaciones para afirmar verdades eternas y etéreas pronto salieron de nuestra casa. Y bajaban despacito por el ascensor mientras nosotros bajábamos volando.
Dignificamos el barrio cubriéndolo de asado, y a más de un oficinista herimos de un osobucazo.
Apostamos al guiso picante y al amor picante. Al amor doloroso de ají molido y a la tibieza espesa del cuerpo desnudo.
(¿A qué apostamos ahora que el cielo se nubla?¿Por quién brindamos ahora con los dientes morados de tanto vino?)
Yo sigo feliz de que vos sigas sabiendo, que si algo me salió siempre bien fue la alegría. Y eso no tiene nada que ver con la cocina.

sábado, 8 de agosto de 2009

Pimientos rojos




Después de que lo cagó la cajera en el supermercado, Álvarez decidió dejar de ser tan bueno con Buenos Aires.


Se sentó ese día en una plaza a esperar la tristeza, la diosa igualitaria, equitativa, la tristeza roja como la pelvis de la luna, roja como la salsa del mediodía, roja como la etiqueta del ron habana club, como la etiqueta de la burguesa coca cola...Roja, como la bandera bolchevique... "¡Roja!" le gritó Álvarez a la tristeza que atravesaba Coronel Díaz ese martes a las doce de la noche. "-¡Roja!-"le gritó a la tristeza que agitaba su paraíso de tacones y lápiz de labio, de vino, de soledad, de tardecita. "-¡Roja!!!!-" le gritó a la desgraciada, a la puta venenosa y dulce, a la diosa igualitaria que no distingue al pobre del rico, al tonto del vivo, al poderoso del sometido. "-¡Roja!!!!!-" Y justo ahí, la tristeza se dio vuelta y miró a Álvarez produciéndole por adentro tamaña revolución como la del 17 y Álvarez recordó esos pimientos rojos que la cajera le había cobrado como si fuesen oro, esos pimientos rojos que iba a cortar despacito en su monoambiente de Perú al 1800, al costadito de su kitchenette, esos pimientos, rojos, como los de Prévert, rojos, como el loguito del supermercado disco,como los labios de la cajera del supermercado disco, como el corazón, como la tristeza, como la vida. Esos pimientos rojos, como los pezones de Buenos Aires, que ni todo el hambre del mundo le hace mover un pelo.

Teoría de conjuntos


Vos sos un enorme conjunto de manzanas adentro de un círculo enorme que trazo yo. Yo soy un conjunto de manzanas adentro de un círculo enorme que trazo (yo). Nos une una línea infantil y borrosa que establece que vos manzanas y yo manzanas podemos unirnos según la teoría matemática más primitiva...

Pero a mí no me gustan las manzanas, y si cambiáramos la fruta por algo más étereo como la ternura, entonces no habría línea ni concepto ni estructura visible que nos una. Ya ves, sólo se certifica la unión de lo posible, de lo tanteable, de lo palpable. El amor destroza la cuántica y la química, para terror de los que se apoyan en lo cerciorable, para espanto de los que no creen en lo que no pueden chupar.

Revoluciones


Nunca maldije la noche que vine al mundo. Nunca maldije el mundo que me vio la piel. La piel, la que me hace débil y vulnerable a cualquier sentimiento humano. Nunca odié las revoluciones que no existieron. Siempre preferí creer en la palabra antes que en el silencio, que dice abarcar la todo o la nada parida al desvarío. Nunca dejé de amar la lluvia ni el cielo que ampara la tierra, que se come la risa y la tristeza, y la poca paciencia y lo que vuela.

Nunca nadie maldijo venir a un mundo alquilado por un dios tan pequeño. Todos nos creímos gigantes pudiendo soñar otras ciudades, otros masallaces totalmente ebrios, otros mares más infininitos y más serenos. Nunca pedimos permiso para llorar y nunca nos dio verguenza nuestro corazón. Fuimos lo único posible en un lugar que derramaba vida por cada costado.

Algunos cuidamos el alma para que alguna vez nos lleve volando. Otros cuidamos el cuerpo para atarnos al deseo y padecer de amor sobre la tierra que gira...

Nunca odie las revoluciones que nunca fueron. Siempre preferí creer en la palabra. La palabra no necesitaba ni cuerpo ni alma para ser recordada u olvidada. La palabra fue un dolor que no acabó. Siempre, siempre está ahí para ser nombrada.

Todavía

La palabra "todavía" es la más llena de esperanza.
La palabra "todavía" suena a galletitas en el frasco,
a cucharadita de dulce de leche,
a bonus track de cd,
a billete olvidado en pantalón viejo,
a vacaciones,
a respiración,
a llamada inesperada,
a poesía.
La palabra "todavía" nunca trae consigo la muerte.

jueves, 6 de agosto de 2009

Vino (para el Gusta con todo el cariño del mundo)



Se descorcha y después se transforma el mundo. Toma vida, toma ánimo todo lo inanimado del living y a vos te urge la necesidad de ser pájaro.
Vos, o un vino contigo y el viaje comienza.
Lo bueno es meterse dentro de ese cuadro de Ocampo y correr ahí, ser una especie de holograma que brilla en la rosadez del cielo.
Se descorcha y las cosas sin piernas caminan por el techo como moscas. Las palabras vacías vuelven a tener un sentido unívoco. Un corazón desnudo prepara un té de tilo. Tu ternura infla globos de helio que vuelan por Entre Ríos hasta el Congreso.
Se descorcha y la risa resuelve quedarse a dormir en casa. La poesía te regala su cuerpo desesperadamente. La cocina se llena de aromitas dulzones y arromerizados, y de alegría de caldo.
Se descorcha porque un vino contigo, un vino con vos, transforma el mundo, y ni una sola idea tuya merece ser dejada sin oído o sin plumas.

Trans


Nos juntábamos los jueves a llorar.
Siempre era distinto el motivo del llanto.
A veces,
no encontrabas ninguna excusa para lagrimear
y entonces corrías al kiosco
sobre avenida belgrano
y comprabas el diario.
Y ahí nomás
se te desprendían las lágrimas.
El mundo se reducía todito a un poco de dolor.
Y después nos amábamos
toda la noche y
transformábamos ese llorerío
en una enorme gigante nube de placer.
El dolor sabía transformarse.
Le gustaba transformarse.
Bailaba con una tanga y escuchaba las kumbia queers.
El dolor del mundo gozaba de la promiscuidad
y a nosotros nos gustaba
que le viniera bien cualquier cosa,
que no le hiciera asco a nada.
Como si llevara una bandera de igualdad y protestara
contra la injusticia universal.
Al dolor le gustaba.
Por atrás, por adelante, por cualquier lugar le gustaba.
Nadie dejaba de acostarse con él.
El dolor era así.
Tan parecido a la ternura que
nos llenaba de miedo.
Y con miedo vivíamos,
hasta el jueves siguiente,
y el siguiente jueves,
y el otro,
y el otro...

¡Adios, compañero Gol!






Con cierta nostalgia me enteré ayer que mi madre vendió el Gol en Entre Ríos. Ya casi no lo usaba y estaba ahí, guardadito en el garage de lo de mi abuela, juntando polvo y pelusa y vestigios de sol. Yo era la única que lo sacaba cuando viajaba allá y cargábamos el mate y los perros y nos íbamos a viajar por ahí...


Anduvimos mucho juntos. Desde que tuve el carnet que recorrimos los laberintos de las cascaditas de Dri, el lago en todos sus rincones, la playa nebel todísimo el verano, la costanera vieja y nueva con sus modificaciones, la playa los tomates y ese rally de barro, la lluvia torrencial sobre san carlos, perros mojados, yerba tirada, ropa húmeda y bizcochitos de grasa...


El cassette "Días y flores" de Silvio Rodriguez se derritió en su guantera, y su pasacassette se comió el compilado de candombe cuando íbamos cantando con el Gusta.


Una vez se enojó y no quiso volver del lago. Y otra arrojó el caño de escape en símbolo de liberación cuando volvíamos de la Tortuga. Con Antú solíamos decir que bailaba cuando escuchaba Juan Luis Guerra!


Quizás sea otra de mis frivolidades, pero ese auto tiene algo mío, y nos invitó a múltiples viajes de colores. Ojalá seas feliz en tu otra vida! Hasta siempre, compañero Gol con calcomanía de Euskadi!!!! Te voy a extrañar, negro!!!!

miércoles, 5 de agosto de 2009

Defensores de la alegría: dani umpi + mario benedetti!!!!!

(Para los que creen que no hay solución a las penas que pululan, yo creo que sí, que nada mejor que un poema de Benedetti y una canción de dani umpi. Y si se tiene a mano, un poco de ron con coca y limón, y ahí sí, se dispara la sonrisa como cañón! Creanme. No pierden nada intentándolo!
Acá mi brevísimo homenaje a estos dos defensores de la alegría, tan dispares entre sí...para los que lo disfrutan y para los que no también...)


Poema Defensa De La Alegría de Mario Benedetti

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitoriasy las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamiasy los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar y también de la alegría.


Un país de caparazones creamos en el aire.
Un país que nos proteje del dolor del alma,
de la falta de ternura,
de la pena de amor
y de la alegría del amor.
Un país que nos resguarda del olvido,
que hace durar para siempre
el sabor de tu boca,
el color de tus ojos.
Un país que nos cuida del frío
en los pies
y del frío
en los huesos.
Una caparazón que nos acapara
contra el hambre
contra la desilución
el desengaño.
Y nos llena de río
o de risa.
Un país que abraza
con brazos tibios
o con piernas calientes.
Que acaricia,
que besa,
que nos hace el amor
cuando llueven tristezas.
Que nos lee un cuento
antes de dormir
y nos deja
la luz
prendida toda la noche.

Un mate sobre buenos aires


A veces, a veces nomás sale el sol entre los edificios. Vos preparás el mismo mate en la cocina de siempre pero sólo a veces te iluminás naturalmente. Yo te miro desde el costado de la heladera y veo a través de la ventana una buenos aires toda viva y toda hermosa que aparece desnuda. Y el agua, el agua hierve siempre, porque nunca dejaste que no hierva el agua, y nos sentamos en el balcón. Y el balcón, con la leve luz que apenas lo roza parece más nuevo y más grande y la ciudad, con sus hombros gritantes y sedientos abre sus piernas para que el sol la destruya, la invada, la penetre poro por poro, mientras nosotros la miramos morirse y tomamos del mismo mate, pintado a mano por ese artesano de una plaza pequeñita que nos dijo que era mágico y que cuando se llenaba de buena yerba salía el sol.

Pero es a veces, es a veces nomás que el sol inunda la tristeza de buenos aires y la ahoga, y es a veces nomás que vos dejás ir esa tristeza para llenarte de cosas nuevas, de cosas simples, o de cosas bonitas.

Cosas bonitas pensás cuando el balcón se hace nuevo y grande y las lavandas de la macetita roja, horrible, se llenan de viento y viajan. Viajan al sur esas tardecitas de enero, o a Concordia, cuando caminábamos cerca de la poesía. Cosas lindas pensás y volvés a ser mucho más que una porción de tiempo en un lugar determinado. Cosas lindas decís para hacerme creer lo bueno de estar todavía, aunque ese estar mire pasados y maldiga presentes inconclusos.

A veces, a veces nomás el aire se llena de ternura y mi corazón se queda callado, como esperando, como impaciente, que el agua hierva (porque nunca dejás que no hierva el agua) para sentarnos a tomar del mismo mate y a especular un montón de idioteces acerca del mismo mundo, que ya no amamos tanto.

martes, 4 de agosto de 2009

¿te acordás, tere? Fuimos al lago ese viernes volando en colores escuchando ese disco de ana prada y pudimos atravesar un arcoiris. Llovía esa lloviznita absurda y el único auto que escuchamos cerca fue el de ese director de cine norteamericano tan buen mozo. Ese hombre tan viejo bajo la garúa y el agua marrón calmísima y el cielo amarillo verde azul mezclándose al arcoiris y esos mates tan tibios y ese vientecito y esa soledad en el mundo...
Ese pedregullo tan gris y el trash trash trash del limpiaparabrisas y no se sabía dónde terminaba el río y dónde el cielo y Antú dormía y paramos el auto en la ruta, riendo, para dejar que cruzara un sapo, tan despacito...¿te acordás, tere?
Ninguna sustancia artificial jamás podrá darnos tanta magia. En eso siempre estaremos de acuerdo.

Resabio


Un resabio de magia te queda siempre. Aún después de que todo sucede un resabio de magia te queda intacto, como un último traguito de vino en el vaso, o el resto de azúcar en el café con crema...Ese restito inmezclable y lechoso que queda es un poco de magia.
O el olor de la lluvia ya ida es un poco de magia.
Y la memoria caliente y activa es un poco de magia.
Y la forma de tu cuerpo ya ausente en mi cama es un poco de magia.
Y tu mano que juega y que baila es un poco de magia.
Y la risa lejana y el gemido ajeno que el viento trae son un poco de magia.
Es así, un resabio azucarado te queda siempre. Un mundo acariciado por la brisa te queda siempre. ¿Por qué pensar entonces en lo que no está?¿En lo que no perdura ínfimamente?

Esperanza


Yo todavía trabajo la esperanza con la intención de hacerla pública y gratuita.

Yo todavía trabajo con la esperanza de devolver el sol a la avenida Córdoba si es necesario, o los árboles a la plaza Houssay tan amedicinada y colectiva.

Yo salgo a pistolar la tierra desde la tierra y no desde las alturas de Tuñón, y busco desmantelar desvestir revertir el mundo para que deje escapar su ternura.

Yo todavía trabajo la esperanza, señores, con la intención de hacerla pública y gratuita como el sol.